Homilía Te Deum – 18 de septiembre 2022.
Punta Arenas.
La capacidad de escuchar es garantía del buen ejercicio de cualquier forma de autoridad.
Textos bíblicos:
Lectura: 1 Re 3, 5 – 14
Salmo 72 (71):
Evangelio: Mt 15, 21 -28
- Saludos
¡Buenos días a todas y todos! Sean bienvenidos en esta Casa de Oración que acoge a todos los que llegan a ella, y que es testigo de la historia de nuestra ciudad y de las necesidades más hondas de sus habitantes. Gracias por acompañarnos en esta oración por la Patria. También agradezco a quienes no teniendo el don de la fe en Jesucristo se unen a nuestra oración.
Mis saludos y respeto a las autoridades civiles y militares de la Región, hermanos y hermanas de Comunidades Cristianas y Organizaciones Sociales, a los que están participando a través de los medios comunicación y redes sociales, amigos y amigas todos.
En el aniversario de nuestra independencia nacional, volvemos cada año con el corazón agradecido a ponernos como país ante el Señor de la historia. Antes de cualquier otra actitud, y por sobre cualquier otro sentimiento, está nuestra gratitud al Señor, pues siempre es mucho más lo que tenemos que agradecer que lo que podamos lamentar. Todo cuanto somos y tenemos, los pasos que damos, la fuerza para enfrentar los desafíos del presente y la esperanza con que miramos el futuro, todo eso es don de Dios. Somos obra suya y hoy venimos a Él llenos de gratitud.
Recién he llegado a la Región y aún no he tenido el gusto de conocerlos a todos; ya habrá tiempo y ocasión para ello, y juntos ir dando pasos para el bien de los habitantes de nuestra Patagonia. Pero hoy, todos los chilenos celebramos nuestras fiestas patrias y los creyentes nos ponemos ante Dios con corazón agradecido.
Al ponernos ante Señor lo hacemos necesitados de oír su voz, para que Él nos enseñe lo que nos permita vivir como discípulos suyos. Si no nos ponemos ante el Señor con el oído atento de los discípulos, todo se vuelve una confusión de voces, como en la antigua historia de la torre de Babel, donde nadie se escucha, el diálogo se hace imposible y las personas se vuelven unas contra otras.
Nos ponemos hoy ante el Señor con el corazón agradecido y con el oído atento de hombres y mujeres que quieren construir la historia de una patria justa y una casa donde todos podemos vivir. Sólo así es posible llegar ante el Señor como una comunidad fraterna donde cada uno de sus hijos tenga pan, respeto y alegría.
Venimos ante el Señor con gratitud y con oído atento, pero también con nuestra súplica a Él por nuestro país, en una hora compleja, que es -al mismo tiempo- incierta y esperanzada. Venimos a Él con nuestra experiencia de fe, de que ninguna obra humana llega a buen término sin Dios, de quien procede todo lo bueno.
- La sabiduría de la escucha
La primera lectura de la Palabra de Dios, que acabamos de escuchar, del
1 Re.3,5-14; nos trae la oración del joven rey Salomón, a quien le tocó suceder a su padre David como rey de Israel. Salomón pide a Dios sabiduría para ejercer la autoridad con que ha sido investido, y que sea un servicio verdadero en bien de todo el pueblo. Salomón es consciente que, sin sabiduría, cualquier autoridad se vuelve un mero ejercicio de poder que no beneficia a nadie.
La sabiduría que pide el rey Salomón no es, en primer lugar, la de un rey que sabe hablar y dar órdenes adecuadas, sino la de “un corazón capaz de escuchar”. La capacidad de escuchar es garantía del buen ejercicio de cualquier forma de autoridad, pues de ahí procede -decía el texto bíblico- el recto discernimiento para administrar justicia al pueblo y para comprender la diferencia entre el bien y el mal.
La sabiduría de la escucha es el signo de una autoridad servidora, pues escuchar es poner al otro en primer lugar y dignificarlo; es ponerse en el lugar del otro y reconocer a un protagonista de las decisiones de cualquier forma de autoridad; es garantía de diálogo fecundo y de decisiones centradas en el bien común. Cuando falta esta escucha, los problemas y las penas se acrecientan, como desde nuestra experiencia cotidiana sabemos bien que uno de los reproches más dolorosos que una persona puede hacer a otra es decirle: “lo que pasa es que tú no me escuchas”.
Por eso, ¡bendito el pueblo, el país, o cualquier forma de comunidad humana, incluida -por cierto- la familia, que tiene autoridades que piden, buscan y cultivan la sabiduría de la escucha!
- Escuchar el clamor de los pobres
La Palabra de Dios nos invita a dar otros pasos. Como dice el Salmo 72, la sabiduría del rey es la de escuchar a los que no son escuchados, y tomar la defensa de los pequeños, los débiles y los pobres. Decía el Salmo: “él librará al pobre que suplica, al afligido que no tiene protector. Tendrá compasión del débil y del indigente, y salvará la vida de los pobres” (Salmo 72). La sabiduría que estamos llamados a buscar, a pedir y cultivar es escuchar el clamor de los que sufren cualquier forma de pobreza, que carecen de influencias y no son escuchados en sus diversas necesidades para una vida digna de hijos de Dios.
El bien común que anhelamos para nuestra patria no es un término medio estadístico, sino que el bien común es verdadero cuando es el bien de los pobres, el bien de los que viven en las orillas de la sociedad y sin los privilegios que a otros les parecen un derecho. Todos somos llamados a ser servidores de ese bien común.
- Jesús, Maestro de la escucha humilde y transformadora
El pasaje del Evangelio que hemos proclamado, profundiza el significado y las consecuencias de la sabiduría de la escucha que había pedido Salomón, y la pone en escena en la persona de Jesús.
El texto nos presenta a Jesús fuera del territorio del pueblo judío. Allí acontece el encuentro con una mujer del pueblo cananeo. El Señor Jesús tenía claro su programa evangelizador: Él ha sido enviado a reunir las ovejas perdidas del pueblo de Israel, pero llega hasta Él el clamor de una mujer cananea por la salud de su hija.
El Señor Jesús escucha el clamor de la mujer afligida, y esto lo lleva más allá de su programa evangelizador circunscrito al pueblo de Israel. Escuchar el grito de la mujer le urge a responder, y la respuesta es transformadora, tanto para el Señor Jesús que cambia su programa inicial, como para la mujer y su hija, a quienes esa escucha les cambia la vida.
Escuchar el clamor de los pobres significa ponerse en el lugar de ellos y dar una respuesta. El Señor Jesús se pone en el lugar de la mujer y responde haciendo suyos su dolor y su esperanza, y hace los cambios necesarios en su propia misión evangelizadora para que la respuesta sea eficaz. Realmente, como dice otro pasaje de los Evangelios, “¡aquí hay alguien más grande que Salomón!” (Mt 12, 42).
- Los pobres no pueden esperar
En esta oración por la Patria, he querido compartir con ustedes esta contemplación del Señor Jesús escuchando el clamor de los pobres, y respondiendo a ese clamor con cambios eficaces, porque pienso que podemos estar de acuerdo que eso es lo que necesitamos en Chile, y es algo que todos podemos hacer desde las convicciones o la experiencia espiritual de cada uno.
La Palabra de Dios nos llama a cultivar la escucha del clamor dolorido de tantas personas de nuestro país, y dar una respuesta que nos transforme de tal modo que busquemos siempre y por sobre todo el bien común, y podamos así caminar juntos como país, en la escucha mutua y en la respuesta a los pobres y sufrientes.
En el reciente plebiscito se ha escuchado la voz de nuestro pueblo acerca del proyecto constitucional; esa escucha espera y exige una respuesta. Para dar esa respuesta, todos tenemos que seguir dialogando y buscando creativamente caminos de encuentro que nos permitan avanzar juntos como país.
Esa escucha también urge una respuesta ante las necesidades de cada día. No sólo las necesidades básicas que apremian la vida de muchos, también la necesidad de reconocimiento de todos los derechos de cada persona que vive en Chile, de seguridad para vivir y trabajar, de paz social y mejores familias, de acogida digna a los migrantes que llegan, y de un cuidado consciente del medio ambiente.
El Papa Juan Pablo II, al visitar nuestro país, en 1987, dijo una frase que quedó grabada en la memoria colectiva: “los pobres no pueden esperar”. Pero, ¿hasta cuándo los pobres tendrán que esperar que todos demos una respuesta a sus clamores dolorosos? El “estallido social” del año 2019 fue -en medio de la violencia y graves problemas que ha significado- un clamor de muchos pobres cansados de esperar. Sin duda, todos anhelamos algo mejor para nuestra patria; hoy, la Palabra de Dios y los desafíos de la historia nos interpelan acerca de cuál es y será nuestra respuesta. Nuestra responsabilidad es buscar juntos algo nuevo y mejor para todos.
- La confianza esperanzada
La historia de nuestra patria nos muestra que en varias ocasiones hemos pasado por muchos momentos complejos; sin embargo, hemos sabido salir adelante, juntos, y creciendo en muchos aspectos como país.
La conciencia de que “Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento”, como decía el recordado Cardenal Raúl Silva Henríquez, nos ha permitido salir adelante como país en democracia, y es la que anima una confianza esperanzada en las capacidades del pueblo chileno y de sus diversas autoridades para enfrentar nuestro presente, en escucha, en diálogo, con respuestas creativas y renovadoras.
Quisiera hoy animarlos a todos a seguir abriendo caminos de encuentro y diálogo para una mayor justicia, para una vida más fraterna y solidaria en nuestra hermosa región y en nuestro maravilloso y diverso país. En esa tarea, comprometo, también, mi empeño como pastor y testigo del Evangelio de Jesucristo.
Nuestra gratitud, nuestra escucha y nuestra súplica se expresan en las palabras del antiguo himno cristiano del Te Deum, “A Ti, Dios, te alabamos”.
+Óscar Blanco Martínez omd
Diócesis de Punta Arenas
Iglesia de Magallanes