En el marco de la implementación “Chile Cuida”, el Sistema Nacional de Apoyos y
Cuidados, la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Antonia Orellana Guarello, presentó los
resultados de un estudio cualitativo sobre las experiencias de mujeres que realizan trabajo de
cuidados no remunerados a personas con discapacidad o dependencia severa.
A partir de esta investigación se identificaron diversas necesidades de las cuidadoras que están
estrechamente relacionadas con su rol, tales como la falta de reconocimiento de su trabajo, la
escasez de relevo para la realización de tareas del día a día, la ausencia de proyecto de vida
personal y la necesidad de capacitación idónea.
Además, en la investigación se relevaron algunos de los efectos que ellas manifiestan en su salud
física y mental, así como también temáticas relativas al aislamiento social derivado de la falta de
tiempo para relacionarse con otras personas, como amigos y vecinos.
“El cuidado es una necesidad humana y es un derecho, pero no es una obligación de las mujeres,
por lo tanto, desde la perspectiva de la autonomía, por primera vez estamos dejando consagrados,
en el proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Cuidados, derechos para las personas
cuidadoras no remuneradas”, señaló la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, quien señaló que
“las conclusiones de este estudio apoyan varias de las acciones que estamos realizando a través
del sistema Chile Cuida, como por ejemplo, la creación de 100 Centros Comunitarios de Cuidado
que inauguraremos bajo nuestro gobierno, a propósito de la necesidad de espacio y tiempo para
actividades personales y de expansión de la red local de apoyo”.
La autoridad señaló que estos resultados también plantean nuevos desafíos, “que tienen que ver
con la autonomía económica y los proyectos de vida de las mujeres una vez que dejan de cuidar,
que es en lo que nos vamos a centrar como Ministerio de la Mujer”.
Lylian Mires, jefa de la División de Estudios y Capacitación del Ministerio de la Mujer y la Equidad
de Género, destacó que, dentro de los resultados de este estudio, el deterioro de la salud física y
mental de las cuidadoras, además de la alta carga de trabajo de quienes realizan estas tareas. “Hay
una gran demanda de reconocer este trabajo y darle la visibilidad necesaria, pero
fundamentalmente como un trabajo pesado, con todo lo que ello implica”, señaló.
Magallanes
De acuerdo con Reporte Regional de Identificación de Personas Cuidadoras del Ministerio de
Desarrollo Social y Familia -con corte a junio de 2024-, en Magallanes más de mil personas se han
inscrito como cuidadoras de un potencial de 9 mil 800 estimadas, al cruzar datos del Registro
Social de Hogares, Registro Nacional de Discapacidad, Instituto de Previsión Social, entre otros.
Además, el 84% de las solicitudes de complemento por cuidados provienen de mujeres; la mayoría
de las personas cuidadoras tienen entre 40 y 59 años; mientras que, de las personas que requieren
cuidados el 54% son hombres, y están mayoritariamente en los rangos de edad de 0 a 22 años y de
60 a 79 años.
“Las cuidadoras son en su mayoría madres, hijas y esposas, y enfrentan desafíos importantes que
afectan su salud física y mental, así como su autonomía económica. Como Ministerio buscamos a
través de estos análisis resaltar la urgencia de reconocer y apoyar adecuadamente a estas
mujeres, para desarrollar políticas públicas que promuevan la corresponsabilidad social y estatal
en el cuidado, y mejoren la calidad de vida y la autonomía de las cuidadoras”, resaltó la SEREMI de
la Mujer Alejandra Ruiz Ovando.
Resultados del estudio
De acuerdo con los resultados de este estudio, la experiencia de cuidar es una experiencia de vida.
En promedio, las mujeres que participaron del estudio han cuidado de personas con discapacidad
severa (PcDDS) por 10,2 años y hay un número significativo de mujeres que comenzaron a cuidar
desde la infancia (a partir de los 10 años, aproximadamente), a sus hermanos, a sus padres –
incluso- o a sus abuelos.
En algunos casos, ellas se han hecho cargo, de manera sucesiva o combinada, del cuidado de
hermanas, hijos, nietos y esposos, desarrollando una trayectoria de vida totalmente abocada al
cuidado de otras personas. Así, su vida completa ha estado supeditada al trabajo de cuidados no
remunerados y la vida personal no logra hacerse un lugar diferenciado y diferenciable.
El trabajo de cuidados asumido en edades tempranas afecta la continuidad de estudios técnico-
superiores y con ello las posibilidades de empleabilidad futura en condiciones laborales que
permitan una buena calidad de vida. Asimismo, largos períodos fuera del mundo laboral implican
pérdida de competencias y de trayectorias demostrables para reinsertarse.
Las conclusiones de esta investigación también subrayan cómo el rol del cuidado afecta las rutinas
diarias y la distribución del tiempo entre las mujeres que lo desempeñan. Así, las entrevistadas
declaran que dedican 11.3 horas diarias a estas labores, contrastando con las 1.8 horas que sus
familiares destinan a este trabajo en la semana. En tanto, el fin de semana, ese número asciende
apenas a las 2.5 horas; evidenciando la falta de relevo y la ausencia de corresponsabilidad en los
cuidados.
Esta sobrecarga de trabajo no solo impacta en la cantidad de tiempo disponible para actividades
personales y de ocio, sino también en la posibilidad de las cuidadoras para mejorar su calidad de
vida. Mientras que las mujeres en general – de acuerdo a la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo
(ENUT)- dedican 5,9 horas diarias a aficiones, deportes y vida social; las entrevistadas en este
estudio afirman que pueden asignar solo 3,2 horas a estas acciones, incluyendo a aquellas
relacionadas con su cuidado personal, como ducharse y comer.
A eso, se suma el aislamiento social provocado por el escaso y esporádico contacto que tienen con
sus vecinas y vecinos, lo que agudiza la falta de redes de apoyo para los cuidados.
El trabajo de cuidados también incide en su salud de manera significativa. En ese sentido, del total
de cuidadoras entrevistadas, el 33.3% reconoce enfrentar problemas de salud física, mientras que
el 70.8% declara tener dificultades de salud mental. Así, se visualiza que ambas dimensiones
empeoran considerablemente en comparación al estado de salud previo al inicio de los cuidados.
Además, muchas mujeres sostienen haber asumido estas responsabilidades mientras atravesaban
condiciones psicológicas complejas, exacerbando aún más dichas situaciones.
En conclusión, este panorama genera que a las cuidadoras les resulte complejo visualizar el futuro
y plantearse un proyecto vital sin el actual trabajo de cuidados. “La inmediatez y la sobrecarga del
día a día, la falta de certidumbre respecto a la evolución de la o las personas cuidadas, la ansiedad
y el temor por la potencial pérdida o por la posibilidad de dejar al destinatario del cuidado en la
desprotección, y el despoblamiento de la vida presente de todo aquello que no sea los cuidados,
despoja a las mujeres cuidadoras de un proyecto personal”, revela el estudio.
Este estudio será un insumo para la implementación de Chile Cuida y para la tramitación del
proyecto de Ley que crea el Sistema Nacional de Cuidados, que comenzó su tramitación en el
Congreso a mediados de junio y que busca dar respuesta a las necesidades de las más de 700.000
personas que desempeñan este rol en todo el país.
La investigación -cuyo trabajo de campo se desarrolló entre enero y febrero de 2024- contó la
participación de 24 mujeres a quienes se les entrevistó en profundidad para comprender sus
perspectivas entorno a esta responsabilidad y la incidencia de este trabajo en su autonomía
económica y expectativas de vida futura.