Frente a los últimos sucesos de orden electoral, donde el Servel desestimó una cantidad muy considerable de candidatos a distintos cargos de elección popular, quiero compartir con la ciudadanía la siguiente reflexión:
Después de un intenso y -aparentemente- generoso trabajo de sanar heridas y recomponer confianzas, amplios sectores políticos logramos terminar con la dictadura cívico-militar. Es verdad que los primeros años nos proyectaban una nación que tenía sostenibilidad en el desarrollo de su naciente democracia, sin embargo, tras al menos 12 años de arduo trabajo, empezamos a verificar que esta aparente generosidad y voluntad se debilitaba frente a la soberbia y a los intereses económicos de grupos que comenzaban a infiltrar la maravillosa acción del hombre: EL SERVICIO PÚBLICO.
La organización del Estado no estuvo exenta de hechos que se comenzaron a conocer públicamente y comenzó un duro cuestionamiento a las instituciones, aquellas a las que todos pedíamos dejar que funcionen. Ya es de conocimiento público todo lo sucedido en los últimos años. Por todo esto me surge entonces la pregunta: ¿hasta cuando las y los chilenos tienen que esperar para que el mundo político entregue señales transparentes de hacer lo que corresponde?
No es posible que el Estado de Chile, a través de su servicio electoral, coarte la posibilidad de ciento de chilenas y chilenos que quieren servir a su pueblo, deban someterse a las inescrupulosas y violentas acciones que los más grandes sectores políticos y económicos imponen, a sabiendas que con esas condiciones es casi imposible estar presentes en el mapa político.
Si realmente el estado de Chile se dice democrático, entonces son las leyes y los sistemas los que deben estar al servicio de todas y todos, incluidos aquellos que no militando merecen tener posibilidades.
El tiempo es aquí y ahora, les corresponderá a los legisladores rectificar y será entonces tarea del próximo parlamento, ya con una nueva Constitución, donde podremos estar todas y todos fielmente representados.