La Orquesta Sinfónica Juvenil Regional de Magallanes, perteneciente a la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI), ha sido el hogar de muchos jóvenes que encuentran en las cuerdas, vientos y percusiones un camino de crecimiento personal y artístico. Entre ellos, Sabina Pérez Bilbao, de 15 años, ha logrado destacar no sólo por su habilidad con el violín, sino por la pasión que irradia cada vez que sube al escenario.
Desde su incorporación a la orquesta hace más de un año, Sabina ha encontrado en la música un espacio de aprendizaje y compañerismo. «Ha sido una experiencia gratificante», dice, con una sonrisa que refleja la satisfacción de haber encontrado un lugar donde se siente valorada y donde puede compartir su amor por la música con otros jóvenes. “Me encanta venir a la orquesta, amo FOJI”, afirma.
La historia de Sabina es un ejemplo del impacto que la música puede tener en la vida de los jóvenes. Proveniente de la Escuela La Milagrosa, actualmente cursa el segundo año de enseñanza media y, aunque comenzó a tocar el violín recién en 2022, su compromiso y dedicación la han llevado a integrarse rápidamente a la fila de segundos violines.
«Lo que más disfruto es tocar solos, especialmente con acompañamiento. Me encanta estar en clase con mis profesores, amo aprender», comenta. Esta pasión por el aprendizaje es, según ella, lo que define su camino en la música. Para Sabina, la clave está en seguir mejorando, en no conformarse con lo que ya sabe, sino en buscar siempre nuevas metas.
El concierto es uno de los momentos más esperados para los jóvenes músicos. Sabina recuerda con emoción las presentaciones en las que ha participado. «La he pasado súper bien en cada concierto. Son experiencias que aprecio mucho. Me encanta cómo suena la orquesta, suena súper bien».
Estas presentaciones no sólo son una oportunidad para mostrar lo aprendido, sino también para conectar con el público y con sus compañeros, en un entorno donde cada esfuerzo cuenta.
Sin embargo, ser parte de la orquesta no está exento de desafíos. Elías Ezequiel Chamorro, concertino de la orquesta y compañero de Sabina, resalta las exigencias que conlleva esta responsabilidad. “Es muy entretenido ser concertino, pero también tiene su peso. Como concertino, uno tiene una relación más íntima con el director y con los compañeros, hay que estar atento a todo, desde afinar la orquesta hasta apoyar a los demás”, señala Elías, quien ha formado parte de la orquesta por más de cinco años.
A pesar de los retos, tanto Sabina como Elías coinciden en que el esfuerzo vale la pena. “A veces toca pasar frío o enfrentar diferentes situaciones, pero llevar la música a lugares recónditos es algo que llena el corazón. Es una experiencia muy linda”, agrega Elías.
Este tipo de vivencias, en las que la música se convierte en un puente para llevar arte y cultura a todos los rincones de la región, son precisamente las que motivan a jóvenes como Sabina a seguir adelante. Aunque aún no tiene del todo claro si se dedicará de lleno a la música en el futuro, su pasión por el violín y su deseo de seguir aprendiendo son innegables. «Quiero ser violinista profesional, aunque tengo otras facetas, el violín siempre será mi prioridad», confiesa.
El compromiso de la Orquesta Sinfónica Juvenil Regional de Magallanes no se limita solo a la formación de músicos, sino también a la creación de espacios donde los jóvenes puedan desarrollarse en un ambiente de apoyo mutuo y disciplina. Bajo la dirección de Pedro Aguilera Ibacache, la orquesta se ha consolidado como un referente cultural en la región, realizando presentaciones tanto en el Teatro Municipal de Punta Arenas como en otros escenarios locales.
El próximo 13 de octubre, a las 20 horas, la Orquesta ofrecerá su concierto de gala en el Teatro Municipal José Bohr, donde Sabina, Elías y otros 35 jóvenes músicos, interpretarán un variado repertorio que incluirá obras clásicas como la Sinfonía en C mayor de Vivaldi, Obertura Egmont de Beethoven, Danza Húngara N°5 de Brahms; así como el estreno en Chile de La Travesía de Lanier, composición de la chilena Carolina Fagerström.
«Es una oportunidad increíble para seguir aprendiendo y mostrando todo lo que hemos trabajado», dice la joven con entusiasmo.
La historia de Sabina Pérez, al igual que la de muchos jóvenes de la orquesta, es un recordatorio del poder transformador de la música.
En un rincón del mundo donde el viento y la nieve a menudo marcan el ritmo de la vida, el sonido de los violines, trompetas y cellos se alza como una promesa de futuro, una promesa de que, con esfuerzo y pasión, cualquier sueño es posible.
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