Las orcas (Orcinus orca), conocidas como los mayores depredadores de los océanos, cazan en grupos familiares de hasta 40 individuos y son capaces de alimentarse de una amplia variedad de presas, desde peces hasta mamíferos marinos. En el Canal Beagle, un cuerpo de agua de más de 190 kilómetros que separa Tierra del Fuego de la Isla Navarino y forma parte de la Reserva de la Biosfera del Cabo de Hornos, se documentaron recientemente ataques de orcas a ballenas sei (Balaenoptera borealis), una especie catalogada como «en peligro» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Investigadores de la Universidad de Magallanes (UMAG) que trabajan en el Centro Internacional Cabo de Hornos para Estudios de Cambio Global y Conservación Biocultural (CHIC), ubicado en Puerto Williams, observaron y documentaron seis eventos de depredación en el área. Tres de estos sucesos ocurrieron muy cerca de la pequeña ciudad de Puerto Williams, donde fueron registrados de manera precisa gracias a la colaboración de la comunidad local, que aportó fotografías y videos. Esta información fue compilada y publicada en la revista Aquatic Mammals por un equipo multidisciplinario de científicos del CHIC.
El estudio destaca la relevancia de estos eventos, dado que los ataques de orcas a ballenas sei en latitudes altas son raramente observados y, hasta el momento, se habían documentado muy pocos casos en la literatura científica. Uno de los registros previos más conocidos es el ataque a una ballena sei en el Golfo de Penas. La Dra. Elke Schüttler, investigadora del CHIC, señaló: «Para la Universidad de Magallanes, esta publicación es importante porque demuestra que estamos atentos a cualquier evento fuera del plan, trabajando en una sede tan extrema».
Ataques matriarcales
Entre 2020 y 2021, durante dos veranos australes consecutivos, se documentaron seis ataques específicos a ballenas sei, todos liderados por la misma orca hembra, identificada por tres cicatrices en su aleta dorsal. La calidad del material audiovisual no permitió identificar a otros individuos, pero Schüttler sugiere que el grupo podría tener una estructura matriarcal: «Siempre vimos a la misma orca hembra liderando el grupo, lo que sugiere que podría tratarse de un grupo familiar».
De los seis ataques, en cinco de ellos las ballenas sei no lograron escapar, y fueron cazadas con éxito. Además, se documentó un ataque a una ballena de aleta, cuyos restos mostraban claras marcas de dientes de orca. Este comportamiento es consistente con observaciones previas en otras regiones, donde las orcas parecen no solo alimentarse, sino también enseñar técnicas de caza a las crías.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio fue que las orcas no consumen a sus presas en su totalidad. En algunos casos, solo se alimentaron de partes específicas, como la lengua, los labios y el vientre. El Dr. Javier Rendoll, otro de los autores del estudio, explicó que este patrón podría estar más relacionado con actividades de enseñanza dentro del grupo que con una necesidad alimenticia inmediata. Este comportamiento ha sido observado en otras poblaciones de orcas, como aquellas que cazan tiburones en el Golfo de México, donde solo consumen el hígado de sus presas.
Colaboración comunitaria para la conservación
Los científicos del CHIC destacaron la importancia de la colaboración con la comunidad local en Puerto Williams, que jugó un rol crucial en el registro de estos eventos. Las observaciones realizadas por pescadores y residentes complementaron el trabajo científico. «Un observador puede tener una visión limitada, pero cuando varias personas ven lo mismo y cuentan la historia desde diferentes perspectivas, se consigue un resultado mucho más completo», apuntó Rendoll.
El estudio sugiere que la pandemia por COVID-19, con la disminución del tráfico de cruceros y buques de carga en el Canal Beagle, pudo haber facilitado el aumento en los avistamientos de orcas y otros mamíferos marinos en la zona. «Las especies marinas tienden a mostrarse más activas en entornos menos perturbados, lo que podría explicar la frecuencia de los ataques documentados durante estos años», explican los científicos en la publicación.
El estudio concluye que es necesario llevar a cabo investigaciones a largo plazo para comprender mejor la ecología trófica de las orcas en esta región. También sugieren que algunos eventos de mortalidad masiva de ballenas sei, como los observados en 2017, podrían haber sido parcialmente causados por ataques de orcas.