AUTISMO EN LA VISIÓN DE LA DIRECTORA DE INCLUSIÓN EDUCATIVA Y SOCIAL

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Lilia Siervo Briones

Directora Diplomado en Inclusión Educativa y Social de Personas con la Condición del Espectro
Autista de Universidad Andrés Bello

Autismo y vida adulta

En la actualidad, el paradigma de la neurodiversidad posiciona al autismo como una diferencia
neurológica que es incapacitante en el contexto social y, por lo tanto, se aleja de la visión médica
de un trastorno.

Dentro de la misma línea, varias publicaciones recientes recomiendan el uso de un lenguaje de
neuro afirmación alternativo en lugar del lenguaje médico tradicional con el objetivo de aumentar
la aceptación de las personas autistas y reducir los prejuicios. Es por ello, que parte de esta
aceptación es el uso de palabras que describen el autismo como parte de la identidad de alguien y
enfatizan las fortalezas o necesidades individualizadas.

Sin embargo, este camino de transformación no ha sido fácil, bien lo saben las personas adultas
autistas que, durante la mayor parte de su vida, se vieron enfrentadas a una serie de diagnósticos
erróneos que han afectado su calidad de vida. Desde trastornos del estado de ánimo hasta
trastornos de personalidad, el autismo ha sido malinterpretado y subdiagnosticado, lo que ha
llevado a una falta de comprensión y apoyo adecuado.

Este cambio de lenguaje, creencias, y paradigmas, nos interpela a transitar hacia modelos de
valoración diagnósticos éticos y de buena práctica, sobre todo en personas adultas autistas, donde
las estrategias de “camuflaje” y “acomodo social” se incrementan, impactando en su salud mental
y bienestar emocional. Desde allí, la invitación está puesta en una comprensión más continua de la
neurodiversidad y el "reconocimiento" en lugar del "diagnóstico" del autismo.
Los adultos autistas merecen comprensión, respeto y dignidad y eso implica, además de una
valoración diagnóstica ética, acceso a servicios y apoyo de calidad para garantizar que se
satisfagan sus necesidades básicas y, por lo tanto, permitir la plena inclusión comunitaria.
Esto requiere un enfoque en sus competencias y posibilidades de autonomía, así como una
comprensión profunda de sus necesidades individuales y los recursos disponibles para
satisfacerlas.

En última instancia, avanzar hacia una sociedad verdaderamente inclusiva implica un compromiso
con los derechos humanos, la dignidad y la igualdad de todas las personas, incluidas aquellas en el

espectro autista. Solo al reconocer y valorar la diversidad de la experiencia humana podemos
construir un mundo donde cada vida esté conectada y respetada.